Cuando respiramos, el oxígeno que inhalamos es transportado desde los pulmones a cada célula de nuestro organismo por los glóbulos rojos, a través del torrente sanguíneo. Para ello, estas células sanguíneas cuentan en su interior con una proteína diseñada especialmente para unir moléculas de oxígeno: la hemoglobina. Para producir suficiente hemoglobina, el cuerpo necesita disponer de reservas de hierro. El hierro y los demás nutrientes necesarios para fabricar glóbulos rojos, se obtienen de los alimentos que ingerimos.

Según la Organización Mundial de la Salud, la anemia es una condición en la cual el contenido de hemoglobina en la sangre de un paciente está por debajo del valor normal (que es determinado por el sexo, la edad, el embarazo y la altitud sobre el nivel del mar en la que viva) y esto puede deberse a tres razones principales:

  • Pérdida de glóbulos rojos y hemoglobina.
  • Producción insuficiente de glóbulos rojos y hemoglobina.
  • Destrucción de glóbulos rojos y hemoglobina.

Tipos de anemia

Cada una de estas causas se asocia a un tipo diferente de anemia:

Anemia ferropénica

Este es el tipo más frecuente de anemia en todo el mundo. Su causa es la escasez de hierro necesario para sintetizar hemoglobina, lo que conduce a una producción de glóbulos rojos pequeños y descoloridos (microcíticos e hipocrómicos) con menor eficiencia para el transporte de oxígeno a los tejidos.

Anemia por sangrado

Cuando se pierde una cantidad reducida de sangre, la médula ósea puede compensarla sin problemas. Pero si se pierden grandes cantidades de sangre en poco tiempo (al sufrir una lesión importante, por ejemplo) la médula no logra reemplazar los glóbulos rojos perdidos lo suficientemente rápido. Tampoco puede hacerlo cuando se pierden cantidades reducidas de sangre durante un período de tiempo extenso, conduciendo también a una anemia normocítica normocrómica, es decir una anemia donde no se ve afectado el tamaño ni la coloración que la hemoglobina le aporta a los glóbulos rojos.

Anemia por déficit de vitaminas

Además de hierro, el cuerpo necesita ácido fólico y vitamina B12 para producir suficientes glóbulos rojos sanos. Una dieta sin una buena cantidad de estos nutrientes puede provocar una disminución en la producción de glóbulos rojos derivando en una anemia macrocítica e hipercrómica, con células grandes y muy pigmentadas.

Asimismo, es posible que algunas personas consuman suficientes vitaminas pero su absorción intestinal sea deficiente, generando otro tipo de anemia de similares características, conocida como anemia perniciosa.

Anemia hemolítica

Este grupo de anemias se presenta cuando los glóbulos rojos se destruyen más rápidamente de lo que la médula ósea puede reemplazarlos. Las anemias hemolíticas se pueden heredar o contraer con el tiempo. Un ejemplo de ellas es la anemia de células falciformes, donde se hereda genéticamente una hemoglobina defectuosa que fuerza a los glóbulos rojos a adoptar una forma anómala, ocasionando su muerte prematura.

Otras anemias

Existen muchos otros tipos de anemias, como las relacionadas a los procesos inflamatorios crónicos, a los distintos tipos de cáncer, a la insuficiencia renal, a defectos en la eritropoyesis, a la hemofilia, la talasemia, anemias autoinmunes, microangiopáticas y un largo etcétera.

Síntomas de la anemia

En la anemia aguda se observa frecuentemente palidez, debilidad (astenia), palpitaciones (taquicardia) y falta de aire (disnea). De acuerdo a la gravedad de la anemia, estos síntomas pueden ser más marcados y estar acompañados de otros relacionados al estado de shock.

En la anemia leve y en la crónica de larga evolución, el organismo se adapta progresivamente a la situación, pudiendo ser inadvertida por el paciente.

Diagnóstico de la anemia

El diagnóstico de anemia se realiza con un sencillo análisis de sangre: un hemograma. Con él podemos conocer la concentración de hemoglobina y la cantidad, la forma, el tamaño y las características de los glóbulos rojos. Esta prueba permite además orientarnos en la causa de la anemia, para luego evaluar otros parámetros de laboratorio que nos conduzcan al diagnóstico definitivo del origen del déficit de hemoglobina.

Tratamiento de la anemia

El tratamiento depende de la gravedad de la anemia y de su causa. En casos leves, suele ser suficiente con modificar la dieta, a veces agregando suplementos dietarios con hierro y vitaminas. En casos donde existe un sangrado activo, debe detenerse esa fuente de pérdida; recurriendo a la transfusión sanguínea sólo cuando los niveles de hemoglobina son lo suficientemente bajos como para poner en peligro la estabilidad del paciente. Otros tipos de anemia, pueden requerir medicamentos inmunosupresores, estimuladores eritropoyéticos, y hasta cirugías específicas.

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En conclusión, en todos los casos el tratamiento debe estar orientado a solucionar el problema subyacente que cause la anemia, resultando fundamental el diagnóstico diferencial.